Confusión {Jake}

Otra vez yo aquí. Ese lugar era un imán para mi, como yo lo era para los problemas. Me encantaba sentarme en el filo del acantilado y ver como las olas arremetían contra las rocas de allí abajo. A mucha gente le pareceria una locura. A mi no. A mi me relajaba y hacía que me evadiese de todo. Sobretodo si tenía tantas cosas en mi cabeza como para hacermela estallar en cualquier momento. No podía creer que estuviera sentenciada a muerte... y la única salida que tenía para salvarme era la de convertirme en vampira como le pasó a mi prima Bella. Era todo tan confuso... y horrible.

Me llevé las manos a la cabeza, y escondí mi rostro entre ellas, sollozando. No me gustaba que la gente me viera llorar o me viera mal, por eso siempre me escondía cuando me encontraba así. No quería que nadie se preocupara por mi. Bastantes problemas había causado ya en ir a Forks. Me limpié las lagrimas con el dorso de la mano. Mientras oía las olas chocar entre ellas. Al menos aquello me relajaba. Sonreí para mi misma, ligeramente. Y entonces me vino a la cabeza alguien especial. Jake. Aún no le había dicho nada. Y la verdad. Dudaba que alguna vez lo hiciera. Sentía que aunque Bella estuviera con Edward. Ambos sentían algo. O esa era la sensación que a mi me daba. Por eso inetntaba quitarmelo de la cabeza. Y sobretodo. Sacarlo de mi corazón. Pero no podía. Aquél sentimiento era muy fuerte. Y lo peor de todo. No correspondido.

Durante los últimos días mis problemas no habían hecho que incrementar. Ya ningún sitio parecía tranquilo. Cada lugar era un recuerdo, un recuerdo que se me había cristalizado en la memoria y me hacía perder la razón.
Esta vez opté por ir al único sitio donde sentía que mis problemas se alejaban con un simple soplo de aire. El acantilado. Allá era el único lugar donde sentía que se me envolvía con un manto de paz y tranquilidad, dejándome en un estado casi purificado. Más de una vez se lo había atribuido al hecho del mar. Para mí, era la fuerza de la naturaleza más fuerte y, aquella, que contenía el encanto más grande del mundo.
Dejé la moto a un lado de la carretera, recibiendo el aroma del mar unido de otro...aún más seductor. Dulce, adictivo...se trataba de una humana, y me podía imaginar de quien era.
Subí a toda prisa por el acantilado, viendo como las olas rompían con fuerza contra los ricos, hisopeando las proximidades.
Al llegar por fin, observé que estaba encogida, enterrando su cabeza entre sus rodillas. Parecía que estuviese sollozando. Me acerqué lentamente, sentándome a su lado sin hacer el mínimo ruido. Puse una mano en su cabello mientras le acariciaba cariñosamente:

-Melinda,¿Por qué lloras? ¿Te han hecho algo?-mi voz, que al principio fue dulce cobró un tono frío y, algo fuerte. No soportaba verla de esta manera.

Así que en verdad, no había cura para aquello. Oí entonces como alguien se acercaba a donde yo estaba. Maldije para mi misma. Serían los chicos de la reserva que iban a jugar a aquél juego de tirarse por el acantilado. Yo no le veía ninguna gracia a eso. Más bien me parecía realmente temerario. Pero bueno. Ellos ya eran mayorcitos para saber que podían pegarse una buena contra las rocas. Levanté la cabeza al notar como me acariciaban el cabello con suavidad. Me sentí realmente bien ante ese gesto. Pero me quedé helada al oír la voz, y después encontrarme con aquellos ojos oscuros, adictivos para mi. Como todo él. Mis ojos azules se posaron en los suyos, y enseguida bajé la cabeza ocultando mi rostro con mi cabello rojizo.

- No, no - dije negando con la cabeza, intentando que no se diera cuenta de que había llorado. Aunque era demasiado tarde ya. - Estoy bien... solo que... me ha entrado algo en el ojo... y eso... - vale. Aquella excusa era pesima. Penosa. Y estaba demasiado vista ya. Pero fue lo primero que se me vino a la cabeza. Tal vez se lo tragara. No quería que se preocupara por mi.

Aparté mi mano de su cabeza para pasármela por mi cabello, alborotando asimismo mi peinado. Su respuesta hizo que se me escapase una pequeña risa y tan sólo me dedique a sacar un pañuelo limpio que siempre llevaba conmigo:

-Ten, supongo que lo necesitarás para sacarte aquella cosa del ojo- le dediqué una pequeña sonrisa mientras dejaba que se secase la cara.

No sabía como tratar a veces a las mujeres en este caso, así que me decanté por poner mi brazo sobre sus hombros y atraerla más a mi. Más de una vez me habían dicho que les gustaba sentirse protegidas. Aspiré su aroma al tenerla más cerca. Me encantaba y más de una vez sentía que me quedaba embobado. Me preguntaba si Melinda sabía que me había imprimado de ella...casi todo Forks creo que lo conocía pero tenía un presentimiento que ella estaba al margen de esto.
Suspiré de fustración ante la situación, tampoco sabía como actuar. Observé como quería devolverme el pañuelo, pero con un leve movimiento de mi mano sobre la suya lo aparte hacia ella:

-Quédatelo. Así tienes un recuerdo mío. Lleva mis iniciales- le volví a dedicar otra sonrisa. No me importaba estar así mientras ella estuviese mejor, aún así la curiosidad me picaba:

-¿Realmente no ha pasado nada Mel?- esta vez hice la pregunta más serio.