Salida nocturna [Heidi y libre]

Mis pasos resonaban con bastante intensidad en el silencio que era la ciudad a estas altas horas de la noche. O primeras horas de la mañana. La luna se alzaba en el cielo, luna llena, y era la única fuente de luz sin contar las farolas que apenas iluminaban con su luz blanca y estaban dispersadas por todo el lugar. Eso ayudaba a pasar desapercibida, aunque con tan poca multitud incluso sería fácil hacerlo si estuviera el sol brillando y dejara a un lado la capa negra que me cubría y protegía de los rayos solares, para no parecer un diamante viviente.

Aún así, ahora sí llevaba aquella capa negra. La capucha cubría mis cabellos e internaba mi rostro en las sombras, haciendo imposible reconocerme a menos que me encontrara con otro vampiro que reconociera mi olor. Es decir, era imposible que alguien notara mi presencia a no ser que fuese un Volturi más.

Caminé durante un rato, sin saber realmente qué hacer, mi cuerpo lo más pegado a las paredes de los callejones posible. Las calles de adoquines de diferentes colores se extendían hacia mí. Me quedé quieta en mi sitio, pensando en qué hacer ahora. De todas formas, no me arrepentía de haber decidido salir.

Sentí que alguien se acercaba a paso humano antes de que aquella persona se parara a mi lado y me hablara. Olfateé el aire, distinguiendo el aroma enseguida: era Heidi. No me giré cuando me preguntó qué hacía allí y simplemente me quedé quieta, contemplando la extención de calles como había estado haciendo antes de que ella se presentara.

Aún así, le contesté.

—Nada importante —murmuré, consciente de que me escucharía incluso si le hablaba en una voz tan baja que sería casi inaudible—. Caminaba. Intentaba despejar mi mente, ya sabes —finalmente, me giré para contemplarla—. ¿Y tú?

Escuché sus palabras tranquilamente sin demostrar demasiada atención. Decidí sentarme con ella, mirando cómo apenas unos pocos rayos de luz solar se filtraban por el horizonte. Los contemplé un rato sin decir nada, tampoco porque se me ocurriera alguna cosa que decir. Finalmente, hablé:

—Hace mucho que no tenemos algo de tranquilidad en estos lugares. Me refiero a poder ver pasar el tiempo sin hacer absolutamente nada. ¿No crees?